Al cabo de diez o veinte meses de iniciada una acción efectiva de cambio, es posible observar progresos en diferentes factores de rendimiento de la organización:
- Una tasa de satisfacción del cliente muy superior
- Unos índices de calidad que mejoran
- Un aumento espectacular de la productividad
- Etc.
En cualquier caso, el resultado no puede ser una simple opinión susceptible de ser objetada por los que se resisten al cambio. Debe tratarse de una mejora clara e incuestionable.
Planificar las metas intermedias
Para conseguir pequeños triunfos hay que hacer algo más que confiar en obtenerlos. Un proceso de cambio efectivo incluye a directivos que buscan de manera activa formas de alcanzar incrementos claros del rendimiento, de incluir dichos objetivos en el plan anual, de obtenerlos y recompensar a quienes participaron con dinero, reconocimientos o ascensos.
Se requiere por tanto un proceso de planificación completo que incluya la identificación del objetivo, la determinación de plazo, la designación de un equipo y la dotación de recursos y condiciones que aseguren su consecución.
Mantener la presión
Con frecuencia los directivos involucrados en un proceso de transformación lamentan verse forzados a conseguir pequeñas victorias, sin embargo esta presión puede ser un factor muy ventajoso en una acción de cambio. El compromiso por lograr mejoras en etapas iniciales, permite mantener vivo el sentido de urgencia y exige una gestión analítica que permite esclarecer o reconsiderar la Visión.